Un gran viaje


Uno de los logros más importantes para mí, de vida personal y profesional es haberme certificado como coach ontológico.

Esto fue hace un poco más de un año! 

El  largo camino a Ítaca a dónde me gusta volver cada cierto tiempo fue lo más valioso, aunque llegar allí no fue tan sencillo.

Ítaca representó metafóricamente hablando nuestro destino final, en mi fue la internalización y comprensión de lo que soy, cómo soy y porque lo soy, aceptar lo que fui y reconocer quién quiero ser y cómo lograrlo.

Cuando llegué a ese punto de valorar cada paso habiendo descubierto mis sombras y luces, decimos que hemos llegado a Ítaca.

Sin embargo este trayecto, este aprendizaje sobre mi, no es automático,  tampoco significa que una vez que llegas y pones el pie en Ítaca ya esta todo arreglado en mi vida y mágicamente todo se resolverá, mejorará o cambiará.

Sí, hubo cambios, sí hubo descubrimientos y sí, hubo mucho que se resolvió en este proceso, pero una vez que me quedé con los resultados de ese primer viaje, entendí que mi etapa de reconocimiento apenas comenzaba.

Como coach ahora tengo más preguntas que antes pero también cada día descubro desde mi misma y de varias fuentes externas cómo podría obtener respuestas, evaluando el abanico de posibilidades y opciones que se presenten y no solo desde donde o como yo lo veo, aunque esa es una mirada importante también.

Siempre estaré agradecida a quienes me apoyaron, me guiaron, me acompañaron en este 1er viaje. 

No solo he aprendido a ayudarme, sino también he ido poniendo al servicio de otros estas herramientas tanto en mi entorno personal como en mi entorno profesional.

A veces alguien que me conoce me hace sonreír  cuando en medio de una conversación larga que sostenemos me suelta la pregunta: "¿me estás haciendo coaching, verdad?" 
y es porque se dan cuenta de que no les estoy diciendo qué hacer con sus vidas o emociones, no les estoy juzgando, no estoy simplemente opinando, solo les pregunto e indago acerca de lo que ellos mismos me están diciendo para que puedan responderse,  y cuando caen en cuenta de que les estoy dejando ver cosas que ellos no habían visto antes, no habían analizado, entonces me hacen a mi la pregunta.

Confieso que una vez que descubres esta pasión, es irrenunciable. Aprender a observar y no solo ver, aprender a escuchar, aprender a entender qué hay detrás de cada emoción es un proceso mágico y maravilloso, siento que es un regalo poder tener estas herramientas y poder aplicarlas en mí y también con ellas ayudar a otros.

El camino continúa, yo sigo aprendiendo sobre mí, cómo responder, cómo aprender, cómo soltar, cómo tomar, cómo aceptar, cómo observar, cómo escuchar, cómo pedir, cómo ofertar, cómo sanar.

A veces es bueno y sano volver al recorrido a Itaca, pero no para hacerlo en forma circular o para retroceder o volverlo rutina, sino porque cada vez que reinicias, repasas el camino y casi siempre hay algo nuevo que observar antes de llegar nuevamente al centro de ti para seguir aprendiendo y creciendo, porque el viaje es lo más importante, porque no se trata solo llegar a un destino.



Ítaca
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
CONSTANTINO CAVAFIS





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